El Kid que no fue niño

El nene tenía ocho años y quería ser como sus amigos. Soñaba divertirse con juguetes o simples juegos infantiles como cualquiera. Pero eso no pasaba. ¿Por qué? Por su padre. Él lo asfixiaba cumpliendo un sueño a través de su congénito. El nene, con la mirada triste y con su ánimo por el suelo, le hacía caso a esa figura paterna y potenciaba un talento -todavía no conocido- que reluciría varios años después. Su mejor amigo, o mejor dicho amiga, fue una pelota redonda, pequeña y de color amarilla que le hablaba con cada pique. Fue una amistad forzada que llevó a ese niño, Andre Agassi, a ser uno de los mejores tenistas de la historia.


Andre Kirk Agassian, como lo indica su verdadero nombre, construyó una carrera de logros envidiables para cualquier tenista. El "Kid" de Las Vegas, Estados Unidos, creció en una cancha de tenis en jornadas agotadoras que no lo hacían feliz. Evolucionaba en su juego día a día mientras alimentaba el sueño de su padre Emmanuel, que le había regalado su primera raqueta a sus dos años de vida. A pesar de su no agraciada relación con el tenis, conquistó ocho títulos de Grand Slam: cuatro veces el Abierto de Australia, dos veces el Abierto de Estados Unidos y una vez el Roland Garros y Wimbledon. Y a su vez, sumó 17 ATP Masters Series. El "Rebelde", como también lo apodaban, confesó en una conferencia en México (a sus 45 años) la carga que sentía desde su progenitor en sus primeros pasos. Agassi se convirtió en profesional con sólo 16 años. Su padre emanaba felicidad pero él, en contraste, no. "No empecé en el tenis por elección, yo odiaba al tenis con toda mi alma y lo odié por la mayor parte de mi carrera. Yo tenía que golpear miles de pelotas por día porque mi papá tenía la idea de que nadie me iba a ganar si golpeaba miles de bolas por día y por años", detalló Agassi en la conferencia.

Agassi en sus primeros años. 
El estadounidense jugó en el terreno profesional entre 1986 y 2006, cuando con 36 años se retiró del deporte. En ese lapso llegó a ser el mejor del mundo en tres oportunidades: 1995, 1999-2000 y 2003. Por otra parte, también formó parte del seleccionado que ganó la Copa Davis en 1990 y 1992. Y para decorar también su trayectoria repleta de logros, obtuvo la medalla de oro para su país en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Pero ningún triunfo o certamen pudo tapar su odio desmedido hacia el tenis. "Mi papá era muy intenso. Era una carga que me hundía y ese resentimiento me acompañó", prosiguió el polémico Agassi. Mientras cualquier chico se divertía haciendo picardías juveniles o disfrutando, él maduraba a la fuerza en una cancha de tenis silenciosa. Quizá su enojo hacia el tenis lo demostró con la rebeldía que lo caracterizó durante toda su vida profesional. Las pelucas y los colores efusivos que usaba eran su forma de llamar la atención y -capaz- de hacerle una mojada de oreja al deporte de clase alta. Su infancia no fue como él habría deseado y esa etapa la vivió como un adulto, con responsabilidades y obligaciones. Eso lo marcó para siempre y lo hizo odiar profundamente al deporte en el que perdurará por siempre. "Era el número uno más infeliz del mundo, prefería ser el 141. Cada vez que salí a jugar sentí que estaba fingiendo", señaló el "Rebelde".

La vida deportiva de Agassi tiene muchos títulos y récords pero a él eso no lo satisfizo. Él cumplió el sueño de su padre en vez de perseguir el suyo, eso es lo que expresa nueve años después de su despedida. Nunca fue feliz dentro de una cancha aunque haya sido uno de los mejores. Lo sufrió y sólo lo tomó como un trabajo. Las presiones de Emmanuel o "Mike" fueron suficientes para que el "Kid" se le rebelara a todos excepto a él. A ese que lo obligó a seguir una rutina semanal convirtiéndolo casi en un robot. Un robot que dejó el sentimentalismo de lado y que llevó a cabo la misión que le determinó otro.   






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